Perfil Doctrinal: ¿En que creemos?
"Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros." 1 Ped. 3: 15
En las Sagradas Escrituras, vemos como nuestro Señor y Salvador Jesucristo, fundó una sola Iglesia (Mt. 16: 18-19), y de acuerdo al Credo Niceno, ésta es: Una, Santa, Católica y Apostólica. Ésta Iglesia Una y única, subsiste y se hace presente en el mundo por medio de distintas ramas -Iglesias- que aunque independientes entre sí, mantienen en lo esencial una misma Fe y Orden. Y vienen a ser como las ramas de un mismo árbol, unidas a un mismo tronco común; Cristo Jesús, por quien son santificadas. (Jn. 15: 1-6, 1Cor. 12: 12-27, Rom. 11: 16, 1Cor. 1:9). Reconocemos a la Iglesia de Roma como una Iglesia católica, pero no como la única expresión de la Iglesia Universal; toda vez que habemos otras Iglesias totalmente independientes de ella y que en lo esencial profesamos la misma fe, los mismos Sacramentos y hemos conservado íntegra la Sucesión Apostólica, y al ser parte del Cuerpo Místico de Cristo por el mismo Bautismo, es que nos llamamos y somos verdaderos Cristianos Católicos.
La Iglesia de Inglaterra, remonta su historia a los primeros siglos del cristianismo, las evidencias arqueológicas, demuestran una fe cristiana muy temprana, llevada a las Islas británicas por cristianos llevados allá durante las persecuciones del imperio romano y por comerciantes que viajaban por todas partes llevando sus productos y también su fe, además de soldados romanos bautizados en la fe cristiana.
La primera información confiable sobre la introducción del Cristianismo en Bretaña viene de Tertuliano, quien en el siglo III escribió que el Cristianismo había penetrado en regiones de Bretaña inaccesibles a los romanos (Adv. Jud. VI), y esto lo demuestra también el culto a San Albán, Primer Mártir de Inglaterra en el 304 d.C. como lo atestigua San Beda el venerable en su História Eclesiástica Libro I Caps. VII, VIII. Antiguas tradiciones populares dicen que San José de Arimatea llevó el Evangelio a Inglaterra y se estableció en lo que hoy es Glastonbury. La Iglesia de Inglaterra existió de manera autónoma e independiente del resto de Europa, al igual que otras Iglesias nacionales de la época (España con el rito Hispano-Visigodo, después llamado: Mozárabe, Portugal con su rito de Braga, Francia con el rito Galicano etc). Registros históricos señalan la activa presencia de tres obispos británicos en el Concilio de Árles, Francia en el año 314 d.C. sus nombres: Eborio de York, Restituto de Londres y Adelfio de Caerlon-on-Usk, además de un Presbítero y un Diácono que les asistían durante el Concilio, lo que demuestra la existencia de una floreciente Iglesia nacional debidamente organizada y jerárquica; de hecho la diócesis de Londres, se estableció en el año 180 d.C. por ministerio de los santos FAGAN y DERUVIAN, Obispos misioneros y PRIMERÍSIMOS APOSTÓLES Y EVANGELIZADORES DE INGLATERRA, los cuales fueron enviados allá por el Papa Eleuterio (174-189) en respuesta a una petición del rey Lucio de Bretaña.
La Iglesia Romana, llegó a Inglaterra hasta el siglo VI, en la persona de San Agustín; Primer Arzobispo de Canterbury, y durante más de un siglo, la Iglesia de Roma y la Iglesia de Inglaterra trabajaron unidas, hasta el siglo VII, en el que la Iglesia Romana absorbe a la Anglicana, y no fue sino hasta el siglo XVI que recuperó su independencia, y desde entonces ha continuado como una rama viva y legítima de la santa Iglesia católica de Cristo. (Ef. 4:3-6, 1Jn. 1:3, Rom. 16: 16).
Por razones de doctrina, disciplina y culto, somos independientes (Ap. 18: 4) de la Comunión Anglicana Mundial (Canterbury). Somos Cristianos Católicos Anglicanos y lo seremos con la ayuda de Dios hasta el fin. Reconocemos el Primado de Honor de la Sede Histórica de San Agustín de Canterbury, en Inglaterra, pero debido al camino liberal y modernista que ha seguido, nos vemos en la necesidad de apartarnos por ahora, no sin tristeza y desazón, con el fin de guardar la Fe y Orden de la Iglesia Indivisa. Al separarnos de la Comunión Anglicana, no rompimos con la Iglesia de Cristo, sino que hemos abandonado las nuevas doctrinas y costumbres contrarias a las Sagradas Escrituras y a la Tradición Apostólica. No podemos cambiar la historia, pero si rechazar todos aquellos abusos e inmoralidades que se han producido o introducido al interior de aquella. Rogamos a Dios para que la Sede de Canterbury sea restaurada a la Fe y Orden Apostólicos; y vuelva a ser, como en el pasado, Signo e Instrumento de Comunión Eclesial para sus hijos dispersos en el mundo.
Guardamos un afecto muy especial por la Sede de San Agustín de Canterbury como Iglesia Madre, pues nuestras órdenes se derivan de ella; ya que en México, somos la única Iglesia Anglicana Continuante en su sentido más estricto, es decir, una Iglesia cuyos orígenes se derivan de una Iglesia miembro de la Comunión Anglicana. Nuestro Obispo fue ordenado Presbítero en 1997 por el Obispo D. Germán Martínez Márquez, de la Diócesis del Norte de México, una Diócesis de la Provincia Anglicana de México.
La fe cristiana y católica, tal como la ha recibido, aceptado y practicado esta Iglesia, es aquélla que se encuentra en las Sagradas Escrituras, expresada en los Credos Católicos (el Credo Niceno, de los Apóstoles y de san Atanasio), y declarada por los Cuatro Primeros Concilios Ecuménicos de la Iglesia Indivisa. Esto quiere decir, que hemos conservado íntegra la fe católica y apostólica de siempre (tradicional), esto es: La Biblia con sus 73 Libros, los Credos Católicos, los Siete Sacramentos y el Sacerdocio histórico y tradicional, en sucesión directa, continua e ininterrumpida desde los Apóstoles y por ellos a Cristo mismo.
Nuestra Iglesia es litúrgica, hemos conservado toda la riqueza del culto cristiano y católico: Altares, Ceremonias, ornamentos litúrgicos, devociones, vestiduras sacerdotales, imágenes religiosas etc. y todo esto lo reconoce el Concilio Vaticano II en el decreto Unitatis Redintegratio Capítulo III # 13, cuyo tenor es el siguiente: "Nos fijamos en las dos principales clases de escisiones que afectan a la túnica inconsútil de Cristo. Las primeras ocurrieron en Oriente, por la negación de las fórmulas dogmáticas de los Concilios de Éfeso y Calcedonia, y posteriormente por la ruptura de la comunión eclesiástica entre los Patriarcados orientales y la Sede Romana. En Occidente acaecieron las otras, después de más de cuatro siglos, a causa de los sucesos comúnmente conocidos con el nombre de Reforma. A partir de entonces muchas Comuniones, ya nacionales, ya confesionales, quedaron separadas de la Sede Romana. ENTRE LAS CUALES MERECE MENCIÓN ESPECIAL LA COMUNIÓN ANGLICANA, PORQUE EN ELLA PERDURAN TODAVÍA LAS ESTRUCTURAS Y TRADICIONES CATÓLICAS". [DOCUMENTOS DEL VATICANO II, Biblioteca de Autores Cristianos, 6a edición, 1969, Editorial Católica, S. A., Madrid]
Nuestra liturgia se encuentra en el Libro de Oración Común, el cual contiene el Orden para la celebración de la Santa Eucaristía (Misa), la Administración de los Sacramentos y otros Ritos y Ceremonias de la Iglesia. Como Iglesia mexicana, tenemos nuestro propio Libro de Oración Común, adaptado a nuestra disciplina y tradición, el Libro de Oración Común es un signo fuerte de comunión e identidad en las iglesias de tradición anglicana alrededor del mundo.
Consta en las Sagradas Escrituras que Cristo instituyó Siete Sacramentos, y los confió a su Iglesia con el fin de que fueran rectamente administrados a su Pueblo santo, la Iglesia no es la dueña de los Sacramentos, sino su fiel Administradora y Custodia de los mismos hasta la Segunda Venida de su Señor. (Lc. 12: 42-43)
Los Sacramentos están divididos en Mayores: el Bautismo y la Eucaristía, por ser necesarios para la salvación por mandato del mismo Señor (Mc. 16: 16, Jn. 6: 53-56); y en Menores: Confirmación, Penitencia, Unción de los enfermos, Orden Sacerdotal y Matrimonio, se les llama así porque no se administran por igual a todas las personas, sin embargo son necesarios para fortalecer nuestra vida en Cristo.
Bautismo, Confirmación y Orden Sacerdotal se administran una sola vez en la vida y no deben repetirse, a menos que haya alguna duda razonable, porque imprimen en nuestra alma una marca espiritual e indeleble de nuestra pertencia a Cristo, llamada Carácter.
De entre los Sacramentos, la Santísima Eucaristía ocupa el lugar central de la vida y obra de la Iglesia, pues en ella Cristo nos asocia a su Sacrificio en la cruz ofrecido al Padre celestial. Todos los Sacramentos y sacramentales están encaminados a ella.
La Eucaristía, es el Sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo, en el cual, bajo las apariencias de pan y vino consagrados, Jesucristo se halla VERDADERA, REAL Y SUBSTANCIALMENTE PRESENTE, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Esta Presencia Real de Cristo en la Eucaristía, se da por obra y gracia del Espíritu Santo (epíclesis), inmediatamente después de pronunciadas por el Sacerdote las Palabras de la Institución en la Plegaria Eucarística al momento de la Consagración de las Sagradas Especies en la Santa Misa.
La Presencia de Cristo en la Hostia consagrada que recibimos en la comunión, sucede de una manera celestial, que no podemos entender y mucho menos definir, pero por la fe, sabemos que es VERDAD. (Mc. 14: 22-24, 1Cor. 11: 23-32). La Eucaristía es prenda de vida eterna, perdona nuestros pecados, nos une al sacrificio de la cruz y propicia la unidad del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia. La Eucaristía es el MEMORIAL (anámnesis) es decir, la continua renovación incruenta, por ministerio de los sacerdotes, de aquél único Sacrificio de Cristo en la cruz; es decir, cada vez que celebramos la Eucaristía, se hace presente y se renueva la gracia de la salvación que Cristo nos dio en el Calvario. Comulgar es recibir a Dios mismo que se ofrece por nosotros, nuestra Iglesia, en obediencia al mandato de Jesús, siempre administra a sus fieles la Sagrada Comunión bajo las dos especies: Cuerpo y Sangre de Cristo; Pan de Vida y Cáliz de Salvación. Debemos de recibir la comunión con toda la frecuencia posible, de manera especial el Domingo, Día del Señor, para comulgar, debemos de estar en gracia, en caridad y amor con nuestro prójimo, tener reverencia, fe y tener el firme propósito de ser mejores cada día. Antes de comulgar debemos de examinar nuestra conciencia.
(1Cor. 11. 28)
Nadie debe comulgar sin haberse confesado. En esta Iglesia la confesión es obligatoria, pero la manera de hacerlo es opcional: Dentro de la Santa Misa, recitando con fe, sinceridad y arrepentimiento la oración de confesión de pecado que se encuentra en la liturgia de la Eucaristía, al final de la cual, recibimos la absolución del sacerdote, la cual tiene el mismo valor que la recibida de manera privada en el confesionario. Otra manera es de manera privada, ante un sacerdote u obispo, principalmente cuando hayamos cometido pecado mortal, en la confesión el sacerdote nos dará consuelo, consejo y la gracia de la absolución. Todo sacerdote que oye confesiones, está obligado a guardar el SIGILO SACRAMENTAL, es decir, un SECRETO ABSOLUTO sobre los pecados confesados.
Los católicos anglicanos, también sentimos un gran amor y devoción hacia la Bienaventurada Virgen María; ya que ella fue escogida por el Padre celestial para colaborar en su Plan de salvación trazado desde antiguo (Gn. 3: 15), en el Misterio de la Encarnación y Nacimiento entre nosotros de Jesucristo, Dios y Hombre. Por eso la llamamos: Llena de Gracia, Bendita entre las mujeres, Bienaventurada por todas las generaciones (Lc. 1: 26-56). Ella es la Madre de Dios Hijo, la Segunda Persona de la Trinidad (Jn. 1: 1), pero también es nuestra Madre tierna y amorosa, Jesús nos la dio como tal antes de morir en la cruz, en la persona del Apóstol san Juan (Jn. 19: 26-27).
Para esta Iglesia, ella además es:
-Siempre Virgen, antes, durante y después del Parto (Is. 7: 14)
-Inmaculada en su Concepción (Lc. 1: 28)
-Asunta al cielo en cuerpo y alma (Sal. 45: 10, Ap. 12: 1, Sal. 16: 10, Lc. 2: 46- 49)
-Intercesora y mediadora de gracias ante su Divino Hijo Jesucristo (Jn. 2: 1-12, Sal. 45: 12, 1 Reyes 2: 13-20), esto sin quitar nada de la única Mediación de Cristo ante el Padre celestial (1Tim. 2: 5). Creemos esto acerca de la bendita Virgen María, no porque alguien lo haya mandado creer, sino por que todo esto está contenido en las Sagradas Escrituras, en la Enseñanza de los Padres y en la Tradición. Para Dios, nada es imposible (Lc. 2: 37).
En el Año Litúrgico, tenemos varios días en que veneramos (hiperdulía) a la Santísima Virgen María, además del rezo del Santo Rosario, del Ángelus, del Regina Caeli (en Pascua), y de otras devociones.
También sentimos devoción y reverencia por los Santos, que han sido vasos escogidos por Dios para dar al mundo testimonio de su Amor, Poder y Gracia. La intercesión de los Santos, está siempre sujeta a la Soberana voluntad de Dios -lo que Dios no quiere, no hay santo que lo logre- como lo explica San Cipriano de Cartago en su obra: De lapsis # 19. La Iglesia, primordialmente nos presenta a los Santos como SUJETOS DE IMITACIÓN, es decir, debemos conocer sus vidas, para imitar sus virtudes y así en el último día compartir con ellos la gloria de Cristo en el cielo. En los Santos debemos ver lo que hace el Poder de Dios en la fragilidad humana (Hech. 9: 1-31). Hay días especiales en que veneramos (dulía) la memoria de los Santos.
La Iglesia con la fe puesta en la resurrección, encomienda a los fieles difuntos a la misericordia de Dios, y ofrece por ellos oraciones, sacrificios, limosnas a los pobres, y de manera especial celebra y aplica en su sufragio la Santa Misa, para que alcancen de Cristo, Justo Juez (Jn. 5: 22-23), el perdón, la paz y el descanso eterno, y que en el último día, en el Juicio Final, sean contados entre los elegidos de Dios.
(2Mac. 12: 38-45, Mt. 12: 32).
Nuestra Iglesia es jerárquica: los Obispos, Presbíteros (sacerdotes) y Diáconos, constituyen el Orden Sacerdotal, pues ejercen en nombre de Cristo y por la gracia del Espíritu Santo, la especial misión de regir, enseñar y santificar al Pueblo de Dios a ellos encomendado.
En nuestro Rito, hombres casados pueden ser ordenados como sacerdotes, ya que no hay una ley divina que prohiba esto (Gn. 2: 18, 1Tim. 3: 1-13, Tit. 1: 5-9); tal y como lo demuestra la práctica común de la Iglesia Primitiva, la siempre continua tradición de las Iglesias Ortodoxas de ordenar a hombres casados, y la praxis de la misma Iglesia Romana, al recibir y ordenar como sacerdotes y diáconos a clérigos casados provenientes de iglesias anglicanas, luteranas y veterocatólicas que se incorporan a ella (la Provisión Pastoral de S.S. Juan Pablo II y la Anglicanorum Coetibus de S.S. Benedicto XVI). Reconocemos el valor del celibato, pero NO como una imposición obligatoria o condición para la ordenación; sino como una vocación especial de entrega libre, voluntaria y generosa a Cristo y su Iglesia (Mt. 19: 11-12).
Nuestra Iglesia NO practica la ordenación femenina en ningún grado del Sacramento del Orden, por considerar que es en todo contraria a las enseñanzas de las Sagradas Escrituras y a la Tradición de la Iglesia de Dios, pues destruye por completo la esencia del Sacerdocio y de la Eucaristía (Ex. 18: 21, Mt. 10: 1-4, Mc. 3: 13, Tit. 1: 6, Heb. 13: 17). Creemos que las mujeres son también llamadas por Dios nuestro Señor a trabajar para que su Reino de Verdad, Amor, Paz , Justicia y Perdón sea establecido en toda la tierra, pero no en el sacerdocio, sino sirviendo en un apostolado específico a sus hermanos y por ellos a Cristo y su Iglesia; a imagen de las mujeres piadosas que acompañaban a Jesús en su ministerio y le servían.
(Lc. 8: 1-3).
En resumen: ¿Qué creemos los anglicanos? "No tenemos ninguna doctrina propia, sólo tenemos la doctrina católica de la Santa Iglesia Católica de Cristo, tal y como se encuentra en los Credos católicos; y a estos Credos nos aferramos sin adiciones ni disminuciones. Nos mantenemos firmes sobre esa Roca" (Palabras de Su Gracia Geoffrey Fisher 99° Arzobispo de Canterbury).
Los Símbolos de la Fe:
El Credo Niceno-Constantinopolitano
Como la declaración suficiente de nuestra fe cristiana:
Creemos en un solo Dios,
Padre todopoderoso,
Creador de cielo y tierra,
de todo lo visible e invisible.
Creemos en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza que el Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros
y por nuestra salvación
bajó del cielo:
por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre.
Por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato:
padeció y fue sepultado.
Resucitó al tercer día, según las Escrituras,
subió al cielo
y está sentado a la derecha del Padre.
De nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.
Creemos en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre, *
que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creemos en la Iglesia,
que es una, santa, católica y apostólica.
Reconocemos un solo Bautismo
para el perdón de los pecados.
Esperamos la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro. Amén.
*Omitimos la clausula del filioque [y del Hijo] debido a que no aparece en el Credo original redactado en el Concilio de Constantinopla (381 d. C) sino que fue añadida después, en el III Concilio de Toledo en el 589, el cual sólo tuvo carácter local y no ecuménico.
No fue si no hasta el año 1014 que se usó por primera vez en la Iglesia Romana, con motivo de la coronacion del emperador Enrique II. De hecho, en la Iglesia Romana hay dos maneras totalmente válidas de rezar el Credo: Una, con la clausula Filioque para los Católicos de rito latino y otra sin la clausula del Filioque para las Iglesias Católicas de rito Oriental.
El Credo de los Apóstoles,
Como nuestro Símbolo Bautismal:
Creo en Dios Padre todopoderoso,
creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor.
Fue concebido por obra y gracia
del Espíritu Santo
y nació de la Virgen María.
Padeció bajo el poder de Poncio Pilato.
Fue crucificado, muerto y sepultado.
Descendió a los infiernos.
Al tercer día resucitó de entre los muertos.
Subió a los cielos,
y está sentado a la diestra de Dios Padre.
Desde allí ha de venir a Juzgar a
vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de los muertos,
y la vida eterna. Amén.
Como nuestro Símbolo Bautismal:
Creo en Dios Padre todopoderoso,
creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor.
Fue concebido por obra y gracia
del Espíritu Santo
y nació de la Virgen María.
Padeció bajo el poder de Poncio Pilato.
Fue crucificado, muerto y sepultado.
Descendió a los infiernos.
Al tercer día resucitó de entre los muertos.
Subió a los cielos,
y está sentado a la diestra de Dios Padre.
Desde allí ha de venir a Juzgar a
vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de los muertos,
y la vida eterna. Amén.
El Credo de San Atanasio,
Como la correcta expresión de nuestra fe católica de acuerdo a la Iglesia primitiva:
Todo el que quiera salvarse, debe ante todo mantener la Fe Católica.
El que no guardare esa Fe íntegra y pura, sin duda perecerá eternamente.
Y la fe Católica es ésta: que adoramos un solo Dios en Trinidad, y Trinidad en Unidad,
sin confundir las Personas, ni dividir la Substancia;
Porque es una la Persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo;
Mas la Divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo es toda una, igual la Gloria,
coeterna la Majestad.
Así como es el Padre, así es el Hijo, así el Espíritu Santo
Increado es el Padre, increado el Hijo, increado el Espíritu Santo.
Incomprensible es el Padre, incomprensible el Hijo, incomprensible el Espíritu santo.
Eterno es el Padre, eterno el Hijo, eterno el Espíritu Santo.
Y, sin embargo, no son tres eternos, sino un solo eterno;
Como también no son tres incomprensibles, ni tres increados, sino un
solo increado y un solo incomprensible.
Asimismo, omnipotente es el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente el Espíritu Santo.
Y, sin embargo, no son tres omnipotentes, sino un solo omnipotente.
Asimismo, el Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios.
Y, sin embargo, no son tres Dioses, sino un solo Dios.
Así también, Señor es el Padre, Señor el Hijo, Señor el Espíritu Santo.
Y, sin embargo, no son tres Señores, sino un solo Señor;
Porque así como la verdad cristiana nos obliga a reconocer que cada una de las Personas
de por sí es Dios y Señor,
así la Religión Católica nos prohibe decir que hay tres Dioses o tres Señores.
El Padre por nadie es hecho, ni creado, ni engendrado.
El Hijo es sólo del Padre, no hecho, ni creado, sino engendrado.
El Espíritu Santo es sólo del Padre, no hecho, ni creado, ni engendrado, sino procedente.
hay, pues, un Padre, no tres Padres; un Hijo, no tres Hijos; un Espíritu Santo, no tres Espíritus Santos.
Y en esta Trinidad nadie es primero ni postrero, nadie mayor ni menor;
Sino que todas las Tres Personas son coeternas juntamente y coiguales.
De manera que en todo, como queda dicho, se ha de adorar la Unidad en Trinidad, y la
Trinidad en Unidad.
Por tanto, el que quiera salvarse debe pensar así de la Trinidad.
Además, es necesario para la salvación eterna que también crea correctamente en la
Encarnación de nuestro Señor Jesucristo.
Porque la Fe verdadera, que creemos y confesamos, es que nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios,
es Dios y Hombre;
Dios, de la Substancia del Padre, engendrado antes de todos los siglos; y Hombre, de la
Substancia de su Madre, nacido en el mundo;
Perfecto Dios y perfecto Hombre, subsistente de alma racional y de carne humana;
Igual al Padre según su Divinidad, inferior al Padre según su Humanidad.
Quien, aunque sea Dios y Hombre, sin embargo no es dos, sino un solo Cristo;
Uno, no por conversión de la Divinidad en carne, sino por la asunción de la Humanidad en Dios;
Uno totalmente, no por confusión de Substancia, sino por unidad de Persona.
Pues como el alma racional y la carne es un solo hombre, así Dios y Hombre es un solo Cristo;
el que padeció por nuestra salvación, descendió a los infiernos, resicitó al tercer día de entre los muertos.
Subió a los cielos, está sentado a la diestra del Padre, Dios todopoderoso, de donde ha de venir
a juzgar a vivos y muertos.
A cuya venida todos los hombres resucitarán con sus cuerpos y darán cuenta de sus propias obras.
Y los que hubieren obrado bien irán a la vida eterna; y los que hubieren obrado mal, al fuego eterno.
Esta es la Fe Católica, y quien no la crea fielmente no puede salvarse.
Como la correcta expresión de nuestra fe católica de acuerdo a la Iglesia primitiva:
Todo el que quiera salvarse, debe ante todo mantener la Fe Católica.
El que no guardare esa Fe íntegra y pura, sin duda perecerá eternamente.
Y la fe Católica es ésta: que adoramos un solo Dios en Trinidad, y Trinidad en Unidad,
sin confundir las Personas, ni dividir la Substancia;
Porque es una la Persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo;
Mas la Divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo es toda una, igual la Gloria,
coeterna la Majestad.
Así como es el Padre, así es el Hijo, así el Espíritu Santo
Increado es el Padre, increado el Hijo, increado el Espíritu Santo.
Incomprensible es el Padre, incomprensible el Hijo, incomprensible el Espíritu santo.
Eterno es el Padre, eterno el Hijo, eterno el Espíritu Santo.
Y, sin embargo, no son tres eternos, sino un solo eterno;
Como también no son tres incomprensibles, ni tres increados, sino un
solo increado y un solo incomprensible.
Asimismo, omnipotente es el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente el Espíritu Santo.
Y, sin embargo, no son tres omnipotentes, sino un solo omnipotente.
Asimismo, el Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios.
Y, sin embargo, no son tres Dioses, sino un solo Dios.
Así también, Señor es el Padre, Señor el Hijo, Señor el Espíritu Santo.
Y, sin embargo, no son tres Señores, sino un solo Señor;
Porque así como la verdad cristiana nos obliga a reconocer que cada una de las Personas
de por sí es Dios y Señor,
así la Religión Católica nos prohibe decir que hay tres Dioses o tres Señores.
El Padre por nadie es hecho, ni creado, ni engendrado.
El Hijo es sólo del Padre, no hecho, ni creado, sino engendrado.
El Espíritu Santo es sólo del Padre, no hecho, ni creado, ni engendrado, sino procedente.
hay, pues, un Padre, no tres Padres; un Hijo, no tres Hijos; un Espíritu Santo, no tres Espíritus Santos.
Y en esta Trinidad nadie es primero ni postrero, nadie mayor ni menor;
Sino que todas las Tres Personas son coeternas juntamente y coiguales.
De manera que en todo, como queda dicho, se ha de adorar la Unidad en Trinidad, y la
Trinidad en Unidad.
Por tanto, el que quiera salvarse debe pensar así de la Trinidad.
Además, es necesario para la salvación eterna que también crea correctamente en la
Encarnación de nuestro Señor Jesucristo.
Porque la Fe verdadera, que creemos y confesamos, es que nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios,
es Dios y Hombre;
Dios, de la Substancia del Padre, engendrado antes de todos los siglos; y Hombre, de la
Substancia de su Madre, nacido en el mundo;
Perfecto Dios y perfecto Hombre, subsistente de alma racional y de carne humana;
Igual al Padre según su Divinidad, inferior al Padre según su Humanidad.
Quien, aunque sea Dios y Hombre, sin embargo no es dos, sino un solo Cristo;
Uno, no por conversión de la Divinidad en carne, sino por la asunción de la Humanidad en Dios;
Uno totalmente, no por confusión de Substancia, sino por unidad de Persona.
Pues como el alma racional y la carne es un solo hombre, así Dios y Hombre es un solo Cristo;
el que padeció por nuestra salvación, descendió a los infiernos, resicitó al tercer día de entre los muertos.
Subió a los cielos, está sentado a la diestra del Padre, Dios todopoderoso, de donde ha de venir
a juzgar a vivos y muertos.
A cuya venida todos los hombres resucitarán con sus cuerpos y darán cuenta de sus propias obras.
Y los que hubieren obrado bien irán a la vida eterna; y los que hubieren obrado mal, al fuego eterno.
Esta es la Fe Católica, y quien no la crea fielmente no puede salvarse.
Definición de la Unión de las Naturalezas Divina y Humana en la Persona de Cristo
Concilio de Calcedonia, 451 A.D., Acta V
Por tanto, siguiendo a los santos padres, todos nosotros, de común acuerdo, enseñamos a los hombres que confiesen al mismo y único Hijo, nuestro Señor Jesucristo, a la vez perfecto en Divinidad y perfecto en humanidad, verdadero Dios y verdadero hombre, consistente también de alma racional y cuerpo, de la misma substancia (homoousios) con el Padre en cuanto a su Divinidad y, a la vez, de la misma substancia con nosotros en cuanto a su humanidad; semejante a nosotros en todo respecto, excepto en el pecado; en cuanto a su Divinidad, engendrado del Padre antes de todos los siglos; sin embargo, en cuanto a su humanidad, nacido, por nosotros los hombres y para nuestra salvación, de María la Virgen, Madre de Dios (Theotokos); uno y el mismo Cristo, Hijo, Señor, Unigénito, reconocido en dos naturalezas, inconfundibles, inmutables, indivisibles, inseparables; sin ser anulada de ninguna manera la distinción de las naturalezas por la unión, más bien siendo conservadas y concurrentes las características de cada naturaleza para formar una solo persona y subsistencia, no divididas ni separadas en dos personas, sino uno y el mismo Hijo y Unigénito Dios, el Verbo, el Señor Jesucristo; así como desde los tiempos más remotos, los profetas hablaron de él, y como nuestro Señor Jesucristo mismo nos enseñó, y como el credo de los santos padres nos ha transmitido.
San Ireneo Obispo de Lyon, atestigua la existencia de una Iglesia celta a una edad muy temprana en su carta adversus haereses (contra los herejes):
"La Iglesia, aunque diseminada por todo el mundo hasta los últimos confines, recibió de los Apóstoles y de sus discípulos la fe en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de los mares y de todo lo que hay en ellos; y en un solo Cristo Jesús, Hijo de Dios, que se encarnó para nuestra salvación, y en el Espíritu Santo, quien proclamó por medio de los profetas la <<economía>>, la doble venida, el nacimiento virginal, la pasión y la resurrección de entre los muertos, la ascensión corporal al cielo de nuestro bienamado Señor Jesucristo, y su Parusía desde los cielos en la gloria del Padre para recapitular todas las cosas en sí y resucitar la carne de toda la humanidad. Entonces todas las cosas en el cielo y en la tierra y debajo de ella doblarán su rodilla ante Cristo Jesús, nuestro Señor y Dios, nuestro Salvador y Rey, según la voluntad del Padre invisible, y toda lengua le confesará. Entonces pronunciará un juicio justo sobre todos. A los espíritus de maldad y a los ángeles prevaricadores y apóstatas y asimismo a los hombres impíos, inicuos, blasfemos, los enviará al fuego eterno. En cambio, a los que han guardado sus mandamientos y han permanecido en su amor, ya sea desde el principio de la vida, ya sea desde su conversión, les concederá la vida y el premio de la incorrupción y gloria eterna.
Esta es la doctrina y ésta es la fe de la Iglesia, aunque esparcida por todo el orbe, guarda celosamente, como si estuviera toda reunida en una sola casa, y cree todo esto como sin no tuviera más que una sola mente y un solo corazón; su predicación, su enseñanza, su tradición son conformes a esta fe, como si no tuviera más que una sola boca. Y aunque haya muchas lenguas en el mundo, la fuerza de la tradición es en todas partes la misma.
Por que las Iglesias establecidas en Germania profesan y enseñan la misma fe y tradición que las iglesias de los iberos, de los celtas, las de Oriente, Egipto, y Libia, y las que están establecidas en el centro del mundo en Palestina. Y así como el sol, criatura de Dios, es el mismo en todo el mundo, así también la luz de la predicación brilla dondequiera de igual manera e ilumina a todos los que desean llegar al conocimiento de la verdad". (Adv. haer. 1,10,1-2)
Concilio de Calcedonia, 451 A.D., Acta V
Por tanto, siguiendo a los santos padres, todos nosotros, de común acuerdo, enseñamos a los hombres que confiesen al mismo y único Hijo, nuestro Señor Jesucristo, a la vez perfecto en Divinidad y perfecto en humanidad, verdadero Dios y verdadero hombre, consistente también de alma racional y cuerpo, de la misma substancia (homoousios) con el Padre en cuanto a su Divinidad y, a la vez, de la misma substancia con nosotros en cuanto a su humanidad; semejante a nosotros en todo respecto, excepto en el pecado; en cuanto a su Divinidad, engendrado del Padre antes de todos los siglos; sin embargo, en cuanto a su humanidad, nacido, por nosotros los hombres y para nuestra salvación, de María la Virgen, Madre de Dios (Theotokos); uno y el mismo Cristo, Hijo, Señor, Unigénito, reconocido en dos naturalezas, inconfundibles, inmutables, indivisibles, inseparables; sin ser anulada de ninguna manera la distinción de las naturalezas por la unión, más bien siendo conservadas y concurrentes las características de cada naturaleza para formar una solo persona y subsistencia, no divididas ni separadas en dos personas, sino uno y el mismo Hijo y Unigénito Dios, el Verbo, el Señor Jesucristo; así como desde los tiempos más remotos, los profetas hablaron de él, y como nuestro Señor Jesucristo mismo nos enseñó, y como el credo de los santos padres nos ha transmitido.
San Ireneo Obispo de Lyon, atestigua la existencia de una Iglesia celta a una edad muy temprana en su carta adversus haereses (contra los herejes):
"La Iglesia, aunque diseminada por todo el mundo hasta los últimos confines, recibió de los Apóstoles y de sus discípulos la fe en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de los mares y de todo lo que hay en ellos; y en un solo Cristo Jesús, Hijo de Dios, que se encarnó para nuestra salvación, y en el Espíritu Santo, quien proclamó por medio de los profetas la <<economía>>, la doble venida, el nacimiento virginal, la pasión y la resurrección de entre los muertos, la ascensión corporal al cielo de nuestro bienamado Señor Jesucristo, y su Parusía desde los cielos en la gloria del Padre para recapitular todas las cosas en sí y resucitar la carne de toda la humanidad. Entonces todas las cosas en el cielo y en la tierra y debajo de ella doblarán su rodilla ante Cristo Jesús, nuestro Señor y Dios, nuestro Salvador y Rey, según la voluntad del Padre invisible, y toda lengua le confesará. Entonces pronunciará un juicio justo sobre todos. A los espíritus de maldad y a los ángeles prevaricadores y apóstatas y asimismo a los hombres impíos, inicuos, blasfemos, los enviará al fuego eterno. En cambio, a los que han guardado sus mandamientos y han permanecido en su amor, ya sea desde el principio de la vida, ya sea desde su conversión, les concederá la vida y el premio de la incorrupción y gloria eterna.
Esta es la doctrina y ésta es la fe de la Iglesia, aunque esparcida por todo el orbe, guarda celosamente, como si estuviera toda reunida en una sola casa, y cree todo esto como sin no tuviera más que una sola mente y un solo corazón; su predicación, su enseñanza, su tradición son conformes a esta fe, como si no tuviera más que una sola boca. Y aunque haya muchas lenguas en el mundo, la fuerza de la tradición es en todas partes la misma.
Por que las Iglesias establecidas en Germania profesan y enseñan la misma fe y tradición que las iglesias de los iberos, de los celtas, las de Oriente, Egipto, y Libia, y las que están establecidas en el centro del mundo en Palestina. Y así como el sol, criatura de Dios, es el mismo en todo el mundo, así también la luz de la predicación brilla dondequiera de igual manera e ilumina a todos los que desean llegar al conocimiento de la verdad". (Adv. haer. 1,10,1-2)
NUESTRA POSICIÓN SOBRE EL SACERDOCIO FEMENINO:
La afirmación de que la mujer, corona de la creación, puede recibir el Orden Sacerdotal está EQUIVOCADA.
La Biblia dice que sólo los Doce estuvieron con Jesús en la Última Cena (Mateo 26: 20; Marcos 14: 17; Lucas 22: 14). Cuando la Magdalena quiso tocar al Señor resucitado, éste no se lo permitió, le dijo: "NOLI ME TANGERE", es decir, NO ME TOQUES (Juan 20: 17). Mientras que con Santo Tomás fue distinto, no sólo lo tocó, sino que hasta su mano metió en su costado (Juan 20: 24-29). ¿Por qué fue esto? Porque Sto. Tomás a diferencia de María Magdalena, ya había recibido del mismo Cristo el poder de tocar y Consagrar su Cuerpo y Sangre (Lucas 22: 19).
En la última Cena sólo estuvieron presentes sus discípulos más cercanos, los Doce.
El Sacerdocio eterno de Cristo, tiene una doble dimensión: El Sacerdocio Común de Cristo en TODOS los fieles, hombres y mujeres, derivado de su Bautismo, y el Sacerdocio Ministerial por el cual, Cristo elige a ALGUNOS de entre los fieles y los une a su único Sacerdocio eterno.
El Sacerdocio de Cristo es único e intransferible (Hebreos 7: 24), no es como el de Aarón que se transmitía de padres a hijos cuando el padre moría (Éxodo 40: 15). Como Cristo está vivo para siempre, su Sacerdocio no puede ser transferido a otros, por eso es Él el que agrega a su único Sacerdocio eterno a los que Él quiere llamar, es decir, los hace partícipes de su misión salvífica, para que sean alter christus-otro Cristo- Por eso, hablar de un sacerdocio femenino en la Iglesia es ir en contra de la Palabra de Dios que por ningún lado menciona diaconas, presbíteras y mucho menos obispas, siempre que se dan los requisitos para recibir uno de estos Oficios, siempre se habla de varones (Hechos 1: 15-26, 6: 1-7; 1 Timoteo 3: 1-13; Tito 1: 5-9).
Algunos para favorecer su posición heterodoxa, tuercen el pasaje de Romanos 16: 1-2, para decir que en la Iglesia Primitiva había diaconisas clericales, a esos, les recuerdo que el Nuevo Testamento está escrito en griego, y en griego sólo hay una palabra para designar a un servidor o servidora, y esta palabra es: Diakonos, la cual refería tanto a un ministro ordenado como diácono (Hechos 6: 1-7, 1 Tim. 3: 8) o a una persona LAICA que servía en la iglesia (Romanos 16: 3, 6,12; Lucas 8: 2).
De acuerdo con las Sagradas Escrituras ninguna mujer estaba presente cuando Cristo convierte a sus discípulos en Apóstoles: ""TODA AUTORIDAD ME HA SIDO DADA EN EL CIELO Y SOBRE LA TIERRA. POR TANTO, VAYAN Y HAGAN DISCÍPULOS EN TODAS LAS NACIONES, BAUTIZÁNDOLOS EN EL NOMBRE DEL PADRE, Y DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO, ENSEÑÁNDOLES A GUARDAR TODAS LAS COSAS QUE LES HE MANDADO...."(Mateo 28: 16-20) y también: "RECIBIRÁN PODER CUANDO HAYA VENIDO SOBRE USTEDES EL ESPÍRITU SANTO, Y SERÁN MIS TESTIGOS EN JERUSALÉN, EN TODA JUDEA, EN SAMARIA, Y HASTA LO ÚLTIMO DE LA TIERRA" (Hechos 1: 8) y se confirma que sólo había varones por las palabras de los ángeles que se les aparecieron a los Once y les dijeron: "VARONES GALILEOS ¿POR QUÉ ESTÁN MIRANDO AL CIELO? (Hechos 1: 11).
El término Diakonisa, femenino de Diakonos, no se formó sino siglos más tarde. Las mujeres que San Pablo menciona en 1 Timoteo 3: 11 son las esposas de los diáconos y de los obispos que se mencionan en ese mismo capítulo.
Una vez recibido el Bautismo, todos los bautizados y bautizadas son RADICALMENTE IGUALES; tienen los mismos derechos y obligaciones, MÁS NO TODOS TIENEN LAS MISMAS FUNCIONES, LOS MISMOS MINISTERIOS. (1 Corintios 12: 13, 28-30; Gálatas 3: 28) San Pablo lo explica de la siguiente manera: ¿Acaso son todos apóstoles?; ¿acaso son todos profetas?; ¿acaso son todos maestros?...
Las mujeres son también llamadas por Dios para trabajar por la extensión de su Reino, pero NO en el Orden Sacerdotal, sino como seglares, a imagen de las mujeres que seguían a Jesús y le ayudaban a Él y a los Apóstoles, aún con sus recursos (Lucas 8: 1-3).
Son muchas las áreas del apostolado seglar donde una mujer puede servir y santificarse: Catequesis, Música, visitas a enfermos, obras de caridad y asistencia, la oración, pláticas pre-sacramentales, etc.
Ningún hombre o mujer tiene derecho al sacerdocio ministerial, no es una aspiración personal, sólo aquellos varones a los que Cristo llama como, cuando y donde quiere, del mismo modo como llamó a sus Apóstoles.
Nadie puede tomar para si mismo este honor, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón (Hebreos 5: 4).
Ni siquiera Cristo mismo se nombró así mismo como Sumo Sacerdote, sino que fue declarado como tal por el Padre celestial. (Hebreos 5: 10)
Citando al entonces Cardenal Joseph Ratzinger en 1994: “Reservar la ordenación sacerdotal a los varones no supone una discriminación de la mujer, ya que el Sacerdocio no es un poder, sino un servicio, es la voluntad soberana de Cristo en su Iglesia”. Y así deberá continuar hasta su segunda Venida.
La Iglesia no tiene la autoridad para cambiar aquello que es esencial de los Sacramentos (Artículo XX de los 39 artículos de la Religión). Cuando una Iglesia cambia, modifica o altera los Sacramentos para adecuarlos a las nuevas "necesidades del mundo" están enseñando un evangelio diferente (Gálatas 1: 6-10), dejan de ser iglesias cristianas y apostólicas, pues no siguen la enseñanza de Cristo y los Apóstoles (Hechos 2: 42).
Se olvidan de que los discípulos y apóstoles de Cristo de hoy, estamos en el mundo, pero no somos del mundo (Juan 17: 15-16) Por lo tanto, no debemos cambiar el DEPÓSITO DE LA FE, como nos fue entregado por Cristo mismo a través de sus Apóstoles (2 Timoteo 1: 13-14), para seguir las modas o criterios de este mundo pasajero.
Cinco requisitos se necesitan para que un Sacramento sea válido:
-SUJETO: La persona capaz de recibir un sacramento, ejemplo: Para recibir el bautismo se necesita que el candidato no haya sido bautizado anteriormente, lo mismo para la Confirmación que la persona no haya sido confirmada antes; o bien, que de acuerdo a las Sagradas Escrituras y a la Tradición el Candidato a las Ordenes Sagradas sea varón.
-MATERIA: Elemento visible con que se administra un Sacramento, ejemplo: el agua para el bautismo, pan y vino para la eucaristía o la imposición de manos en el Orden Sacerdotal.
-FORMA: Palabras que acompañan a la Materia al momento de la administración, ejemplo: Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
-MINISTRO: Aquel que administra un Sacramento de manera válida, ejemplo: el Obispo para las Ordenes Sagradas o la Confirmación, un Presbítero para Celebrar la Eucaristía o Confesar a los penitentes. En el Bautismo, son ministros ordinarios el diácono, el obispo y el presbítero; en caso de necesidad, cualquier persona puede y debe bautizar, derramando agua limpia sobre la cabeza del neófito, al tiempo que dice las palabras de la forma sacramental, con la debida Intención. En el Matrimonio, son los mismos contrayentes los ministros ya que se dan mutuamente el Sacramento por medio de la unión de sus manos y el intercambio de las promesas matrimoniales; el sacerdote es solo un testigo cualificado de parte de la Iglesia, es decir, debe ser delegado por el Obispo para asistir al Matrimonio; pero su presencia no es necesaria para la validez del mismo; de ahí, que en caso de necesidad, sean válidos los matrimonios celebrados delante solo de dos testigos que dan fe del acto. NÓTESE: EN CASO DE NECESIDAD; es decir, que por alguna circunstancia ajena invencible no se puede dar la normal Celebración del Matrimonio.
-INTENCIÓN: La Intención es un acto de la voluntad por la que dicha facultad desea eficazmente alcanzar un fin determinado empleando ciertos medios. Es la voluntad deliberada de realizar eficazmente un Sacramento; es decir, al momento de Celebrar un Sacramento hacer lo que la Iglesia de Cristo ha hecho, hace y hará.
Cuando falta alguno de estos requisitos, el sacramento recibido es nulo e inválido.
En el Orden Sacerdotal Femenino faltan precisamente el SUJETO, ya que de acuerdo a las Sagradas Escrituras y a la Tradición milenaria de la Iglesia de Cristo, la mujer no es llamada al sacerdocio ministerial; así como la debida INTENCIÓN, ya que es algo totalmente nuevo en el Cuerpo de Cristo, nunca ha habido presbíteras u obispas, solo en las religiones paganas encontramos sacerdotisas, es decir, en este tema no se hace lo que la Iglesia de Cristo hace al ordenar ministros.
Esto es algo totalmente anticatólico, san Vicente de Leríns, padre de la Iglesia del Siglo V, nos enseña que hacer cuando en la Iglesia se introduce un error: “En la Iglesia de Dios hay que poner el mayor cuidado para mantener lo que ha sido creído en todas partes, siempre y por todos; esto es lo verdadera y propiamente católico.
Los tres criterios garantes de la ortodoxia, según san Vicente de Leríns, son:
La antigüedad, la universalidad y el consentimiento unánime - es decir, Los Concilios -
El sacerdocio femenino no posee estas características porque ni ha sido recibido en todas partes, ni en todos los tiempos se ha practicado sino recientemente (decada de los 70´s) y no es aceptado por todos, es decir no goza de la aprobación unánime; por lo que no podemos aceptarlo como algo verdaderamente católico y apostólico.
Decir que Jesús no escogió mujeres como parte de sus discípulos y apóstoles, debido a la mentalidad de la época, y que ahora la mentalidad es otra, es un argumento sin fundamento; basta con ver en los Evangelios el trato que Jesús dispensaba hacía las mujeres: un trato cordial, amable, respetuoso y sobre todo con dignidad. El Señor Jesús, como Dios que es (Juan 1: 1), no hacía acepción de personas (Romanos 2: 11; 1 Pedro 1: 17), Él vino a salvar a toda la humanidad, hombres y mujeres (Juan 4: 42). Veamos algunos pasajes que revelan el trato de Jesús hacía la mujer, trato diametralmente opuesto a las costumbres de la época:
-A la hemorroísa la llama hija y la sana. (Mateo 9: 22) aún y que era impura permanentemente, según la religión judía (Levítico 15: 25).
-Se compadeció y consoló a la viuda de Naín y le resucitó a su hijo muerto. (Lucas 7: 11-17)
-Valora la fe de la mujer cananea y sana a su hija posesa (Marcos 7: 24-30)
-Sana a la mujer encorvada, aún en Sábado, día de descanso para la religión judía. (Lucas 13. 10.13)
-Era amigo íntimo de las hermanas de Lázaro, Martha y María. (Lucas 10: 38-42), muchas veces se hospedó en su casa en Betania (Juan 12: 1-3).
-No rechazó la unción de aquella prostituta, sino que le perdonó sus pecados y alabó su fe (Lucas 7: 36-50)
-Defendió a la mujer adúltera que iba a ser apedreada según la Ley de Moisés (Levítico 20: 10; Juan 8: 1-11)
-Dialoga amenamente con la samaritana, cuando en aquel tiempo, samaritanos y judíos, no se trataban; y como resultado de aquella charla, ella se convierte en misionera de Jesús (Juan 4: 1-42)
-Convierte a María Magdalena y demás mujeres piadosas en apóstoles de su resurrección.
(Mateo 28: 10; Marcos 16: 9-11; Lucas 24: 1-12; Juan 20: 16-18).
-Y, por último, el grupo de mujeres que acompañaban a Jesús y sus discípulos (Lucas 8: 1-3), en aquellos tiempos los rabinos judíos no aceptaban mujeres entre sus alumnos, decían: “Mucho mejor sería que la Ley desapareciera entre las llamas, antes que ser entregada a las mujeres”. ¿Compartía Jesús este pensamiento? Hemos visto que NO.
Algunas Iglesias o Provincias de la Comunión Anglicana ordenan mujeres como diaconisas, presbiteras u obispas; con esta práctica han perdido su identidad católica apostólica y sus obispos toda Jurisdicción pues no han sido fieles a sus votos de ordenación, no han guardado la fe, unidad y disciplina de la Iglesia (L. O. C. 1979). No ha guardado la fe dada una vez a los santos (Judas 3-4), no han guardado la unidad de la Iglesia, pues con sus actos han provocado división y confusión entre los fieles (Judas 17-19), no han guardado el mandato (1 Timoteo 6: 14), la disciplina de la Iglesia Universal. No han desterrado y rechazado de la Iglesia, toda doctrina errónea y extraña contraria a la Palabra de Dios (L. O. C. 1662 y 1928)
Otras Iglesias Anglicanas que se denominan así mismas como Tradicionalistas o Continuantes, ordenan mujeres como diaconisas y presbíteras, pero no como obispas. Esta situación es peor, porque con que argumento, niegas el episcopado a una persona que juzgas idónea para el presbiterado. Si bien es cierto que no todos los presbíteros en la Iglesia llegan a ser Obispos, si tienen todos la misma oportunidad, todo depende de Dios y de su elección; en el caso mencionado, a las presbíteras se les niega esta oportunidad, es decir, sus derechos como clérigo no son respetados.
Esas Iglesias Anglicanas que se hacen llamar tradicionalistas pero no lo son, no tienen una razón o motivo para estar fuera de la Comunión Anglicana o de la Iglesia Episcopal porque no buscan preservar la sana doctrina (2 Timoteo 1: 13-14, 4: 3-4), sino que poco a poco se van igualando con ellas y al final no habrá como distinguir una de otra.
Para finalizar, san Pablo nos dice en su Carta a los Gálatas: “Estoy asombrado de que tan pronto están desertando del que los llamó por la gracia de Cristo para seguir un evangelio diferente. No es que haya otro, sino que hay algunos que los perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Más si aún nosotros, o un ángel del cielo, les anuncia otro evangelio diferente del que les hemos anunciado, sea maldito” (Gálatas 1: 6-8).
Y a san Timoteo de dice: “…Pues llegará un tiempo en que los hombres ya no soportarán la sana doctrina, sino que se buscarán maestros a su gusto, hábiles en captar su atención; cerrarán los oídos a la verdad y se volverán hacia puros cuentos”. (2 Timoteo 4: 3-4)
Como Iglesia Anglicana Independiente en México, en la que, con la ayuda de Dios y de su Santo Espíritu (2 Timoteo 1: 13-14), preservamos la Fe, Tradición y Orden Apostólicos, todo lo anterior es nuestra posición acerca del llamado sacerdocio femenino.
Ilmo. y Revdmo. +Sergio Martínez; Obispo.
“Manteniendo la Fe y Orden de la Iglesia Indivisa”
Carta de San Atanasio el Grande a su grey
con motivo de la Herejía Arriana:
¡Que Dios os consuele! ...lo que os entristece... es el hecho de que otros han ocupado las iglesias mediante la violencia, mientras que vosotros permanecéis fuera de ellas. Es un hecho que ellos tienen los edificios, mas vosotros tenéis la fe apostólica. Ellos podrán ocupar nuestros templos, pero están fuera de la verdadera fe. Vosotros permanecéis fuera de los lugares de culto, mas la fe mora en vosotros.
Consideremos pues: ¿qué es más importante, el lugar o la fe? La verdadera fe, obviamente. ¿Quién ha perdido y quién ha ganado en esta batalla: el que ocupa los edificios o el que guarda la fe?
Es cierto, los templos son buenos cuando la fe apostólica allí es predicada; son sagrados si todo lo que allí se obra se hace de manera sagrada...
Vosotros sois los felices; vosotros los que permanecéis dentro de la Iglesia por vuestra fe, que se mantienen firmes a los fundamentos de la fe que os ha llegado por la tradición apostólica. Y si una envidia execrable ha tratado de agitarla en varias ocasiones, no lo ha logrado. Ellos son los que se han separado de ella en la crisis actual.
Nadie, nunca, prevalecerá contra vuestra fe, queridos hermanos, y creemos que Dios nos regresará nuestras iglesias algún día.
Así pues, cuanto más violentamente traten ellos de ocupar los lugares de culto, tanto más se separan de la Iglesia. Ellos afirman que representan a la Iglesia; pero en realidad, son ellos mismos los que se expulsan y desvían de ella.
Aun cuando los cristianos, fieles a la Tradición Apostólica se reduzcan a un puñado, ellos serán la verdadera Iglesia de Cristo. -Coll. selecta SS. Eccl. Patrum, Caillae y Guillou, vol. 32, pp. 411-412.
Aunque esta carta fue escrita hace más de 1700 años, debido a la crisis que afecta a la Iglesia, pareciera como si hubiera sido escrita apenas ayer. La gran apostasía ha comenzado, la Palabra de Dios ha sido marginada para dar paso a ideologías humanas que NADA TIENEN QUE VER CON LA FE DADA UNA VEZ A LOS SANTOS. Judas 3. Sin embargo, el Fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: El Señor conoce a aquellos que le son suyos. 2 Timoteo 2:19.
La afirmación de que la mujer, corona de la creación, puede recibir el Orden Sacerdotal está EQUIVOCADA.
La Biblia dice que sólo los Doce estuvieron con Jesús en la Última Cena (Mateo 26: 20; Marcos 14: 17; Lucas 22: 14). Cuando la Magdalena quiso tocar al Señor resucitado, éste no se lo permitió, le dijo: "NOLI ME TANGERE", es decir, NO ME TOQUES (Juan 20: 17). Mientras que con Santo Tomás fue distinto, no sólo lo tocó, sino que hasta su mano metió en su costado (Juan 20: 24-29). ¿Por qué fue esto? Porque Sto. Tomás a diferencia de María Magdalena, ya había recibido del mismo Cristo el poder de tocar y Consagrar su Cuerpo y Sangre (Lucas 22: 19).
En la última Cena sólo estuvieron presentes sus discípulos más cercanos, los Doce.
El Sacerdocio eterno de Cristo, tiene una doble dimensión: El Sacerdocio Común de Cristo en TODOS los fieles, hombres y mujeres, derivado de su Bautismo, y el Sacerdocio Ministerial por el cual, Cristo elige a ALGUNOS de entre los fieles y los une a su único Sacerdocio eterno.
El Sacerdocio de Cristo es único e intransferible (Hebreos 7: 24), no es como el de Aarón que se transmitía de padres a hijos cuando el padre moría (Éxodo 40: 15). Como Cristo está vivo para siempre, su Sacerdocio no puede ser transferido a otros, por eso es Él el que agrega a su único Sacerdocio eterno a los que Él quiere llamar, es decir, los hace partícipes de su misión salvífica, para que sean alter christus-otro Cristo- Por eso, hablar de un sacerdocio femenino en la Iglesia es ir en contra de la Palabra de Dios que por ningún lado menciona diaconas, presbíteras y mucho menos obispas, siempre que se dan los requisitos para recibir uno de estos Oficios, siempre se habla de varones (Hechos 1: 15-26, 6: 1-7; 1 Timoteo 3: 1-13; Tito 1: 5-9).
Algunos para favorecer su posición heterodoxa, tuercen el pasaje de Romanos 16: 1-2, para decir que en la Iglesia Primitiva había diaconisas clericales, a esos, les recuerdo que el Nuevo Testamento está escrito en griego, y en griego sólo hay una palabra para designar a un servidor o servidora, y esta palabra es: Diakonos, la cual refería tanto a un ministro ordenado como diácono (Hechos 6: 1-7, 1 Tim. 3: 8) o a una persona LAICA que servía en la iglesia (Romanos 16: 3, 6,12; Lucas 8: 2).
De acuerdo con las Sagradas Escrituras ninguna mujer estaba presente cuando Cristo convierte a sus discípulos en Apóstoles: ""TODA AUTORIDAD ME HA SIDO DADA EN EL CIELO Y SOBRE LA TIERRA. POR TANTO, VAYAN Y HAGAN DISCÍPULOS EN TODAS LAS NACIONES, BAUTIZÁNDOLOS EN EL NOMBRE DEL PADRE, Y DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO, ENSEÑÁNDOLES A GUARDAR TODAS LAS COSAS QUE LES HE MANDADO...."(Mateo 28: 16-20) y también: "RECIBIRÁN PODER CUANDO HAYA VENIDO SOBRE USTEDES EL ESPÍRITU SANTO, Y SERÁN MIS TESTIGOS EN JERUSALÉN, EN TODA JUDEA, EN SAMARIA, Y HASTA LO ÚLTIMO DE LA TIERRA" (Hechos 1: 8) y se confirma que sólo había varones por las palabras de los ángeles que se les aparecieron a los Once y les dijeron: "VARONES GALILEOS ¿POR QUÉ ESTÁN MIRANDO AL CIELO? (Hechos 1: 11).
El término Diakonisa, femenino de Diakonos, no se formó sino siglos más tarde. Las mujeres que San Pablo menciona en 1 Timoteo 3: 11 son las esposas de los diáconos y de los obispos que se mencionan en ese mismo capítulo.
Una vez recibido el Bautismo, todos los bautizados y bautizadas son RADICALMENTE IGUALES; tienen los mismos derechos y obligaciones, MÁS NO TODOS TIENEN LAS MISMAS FUNCIONES, LOS MISMOS MINISTERIOS. (1 Corintios 12: 13, 28-30; Gálatas 3: 28) San Pablo lo explica de la siguiente manera: ¿Acaso son todos apóstoles?; ¿acaso son todos profetas?; ¿acaso son todos maestros?...
Las mujeres son también llamadas por Dios para trabajar por la extensión de su Reino, pero NO en el Orden Sacerdotal, sino como seglares, a imagen de las mujeres que seguían a Jesús y le ayudaban a Él y a los Apóstoles, aún con sus recursos (Lucas 8: 1-3).
Son muchas las áreas del apostolado seglar donde una mujer puede servir y santificarse: Catequesis, Música, visitas a enfermos, obras de caridad y asistencia, la oración, pláticas pre-sacramentales, etc.
Ningún hombre o mujer tiene derecho al sacerdocio ministerial, no es una aspiración personal, sólo aquellos varones a los que Cristo llama como, cuando y donde quiere, del mismo modo como llamó a sus Apóstoles.
Nadie puede tomar para si mismo este honor, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón (Hebreos 5: 4).
Ni siquiera Cristo mismo se nombró así mismo como Sumo Sacerdote, sino que fue declarado como tal por el Padre celestial. (Hebreos 5: 10)
Citando al entonces Cardenal Joseph Ratzinger en 1994: “Reservar la ordenación sacerdotal a los varones no supone una discriminación de la mujer, ya que el Sacerdocio no es un poder, sino un servicio, es la voluntad soberana de Cristo en su Iglesia”. Y así deberá continuar hasta su segunda Venida.
La Iglesia no tiene la autoridad para cambiar aquello que es esencial de los Sacramentos (Artículo XX de los 39 artículos de la Religión). Cuando una Iglesia cambia, modifica o altera los Sacramentos para adecuarlos a las nuevas "necesidades del mundo" están enseñando un evangelio diferente (Gálatas 1: 6-10), dejan de ser iglesias cristianas y apostólicas, pues no siguen la enseñanza de Cristo y los Apóstoles (Hechos 2: 42).
Se olvidan de que los discípulos y apóstoles de Cristo de hoy, estamos en el mundo, pero no somos del mundo (Juan 17: 15-16) Por lo tanto, no debemos cambiar el DEPÓSITO DE LA FE, como nos fue entregado por Cristo mismo a través de sus Apóstoles (2 Timoteo 1: 13-14), para seguir las modas o criterios de este mundo pasajero.
Cinco requisitos se necesitan para que un Sacramento sea válido:
-SUJETO: La persona capaz de recibir un sacramento, ejemplo: Para recibir el bautismo se necesita que el candidato no haya sido bautizado anteriormente, lo mismo para la Confirmación que la persona no haya sido confirmada antes; o bien, que de acuerdo a las Sagradas Escrituras y a la Tradición el Candidato a las Ordenes Sagradas sea varón.
-MATERIA: Elemento visible con que se administra un Sacramento, ejemplo: el agua para el bautismo, pan y vino para la eucaristía o la imposición de manos en el Orden Sacerdotal.
-FORMA: Palabras que acompañan a la Materia al momento de la administración, ejemplo: Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
-MINISTRO: Aquel que administra un Sacramento de manera válida, ejemplo: el Obispo para las Ordenes Sagradas o la Confirmación, un Presbítero para Celebrar la Eucaristía o Confesar a los penitentes. En el Bautismo, son ministros ordinarios el diácono, el obispo y el presbítero; en caso de necesidad, cualquier persona puede y debe bautizar, derramando agua limpia sobre la cabeza del neófito, al tiempo que dice las palabras de la forma sacramental, con la debida Intención. En el Matrimonio, son los mismos contrayentes los ministros ya que se dan mutuamente el Sacramento por medio de la unión de sus manos y el intercambio de las promesas matrimoniales; el sacerdote es solo un testigo cualificado de parte de la Iglesia, es decir, debe ser delegado por el Obispo para asistir al Matrimonio; pero su presencia no es necesaria para la validez del mismo; de ahí, que en caso de necesidad, sean válidos los matrimonios celebrados delante solo de dos testigos que dan fe del acto. NÓTESE: EN CASO DE NECESIDAD; es decir, que por alguna circunstancia ajena invencible no se puede dar la normal Celebración del Matrimonio.
-INTENCIÓN: La Intención es un acto de la voluntad por la que dicha facultad desea eficazmente alcanzar un fin determinado empleando ciertos medios. Es la voluntad deliberada de realizar eficazmente un Sacramento; es decir, al momento de Celebrar un Sacramento hacer lo que la Iglesia de Cristo ha hecho, hace y hará.
Cuando falta alguno de estos requisitos, el sacramento recibido es nulo e inválido.
En el Orden Sacerdotal Femenino faltan precisamente el SUJETO, ya que de acuerdo a las Sagradas Escrituras y a la Tradición milenaria de la Iglesia de Cristo, la mujer no es llamada al sacerdocio ministerial; así como la debida INTENCIÓN, ya que es algo totalmente nuevo en el Cuerpo de Cristo, nunca ha habido presbíteras u obispas, solo en las religiones paganas encontramos sacerdotisas, es decir, en este tema no se hace lo que la Iglesia de Cristo hace al ordenar ministros.
Esto es algo totalmente anticatólico, san Vicente de Leríns, padre de la Iglesia del Siglo V, nos enseña que hacer cuando en la Iglesia se introduce un error: “En la Iglesia de Dios hay que poner el mayor cuidado para mantener lo que ha sido creído en todas partes, siempre y por todos; esto es lo verdadera y propiamente católico.
Los tres criterios garantes de la ortodoxia, según san Vicente de Leríns, son:
La antigüedad, la universalidad y el consentimiento unánime - es decir, Los Concilios -
El sacerdocio femenino no posee estas características porque ni ha sido recibido en todas partes, ni en todos los tiempos se ha practicado sino recientemente (decada de los 70´s) y no es aceptado por todos, es decir no goza de la aprobación unánime; por lo que no podemos aceptarlo como algo verdaderamente católico y apostólico.
Decir que Jesús no escogió mujeres como parte de sus discípulos y apóstoles, debido a la mentalidad de la época, y que ahora la mentalidad es otra, es un argumento sin fundamento; basta con ver en los Evangelios el trato que Jesús dispensaba hacía las mujeres: un trato cordial, amable, respetuoso y sobre todo con dignidad. El Señor Jesús, como Dios que es (Juan 1: 1), no hacía acepción de personas (Romanos 2: 11; 1 Pedro 1: 17), Él vino a salvar a toda la humanidad, hombres y mujeres (Juan 4: 42). Veamos algunos pasajes que revelan el trato de Jesús hacía la mujer, trato diametralmente opuesto a las costumbres de la época:
-A la hemorroísa la llama hija y la sana. (Mateo 9: 22) aún y que era impura permanentemente, según la religión judía (Levítico 15: 25).
-Se compadeció y consoló a la viuda de Naín y le resucitó a su hijo muerto. (Lucas 7: 11-17)
-Valora la fe de la mujer cananea y sana a su hija posesa (Marcos 7: 24-30)
-Sana a la mujer encorvada, aún en Sábado, día de descanso para la religión judía. (Lucas 13. 10.13)
-Era amigo íntimo de las hermanas de Lázaro, Martha y María. (Lucas 10: 38-42), muchas veces se hospedó en su casa en Betania (Juan 12: 1-3).
-No rechazó la unción de aquella prostituta, sino que le perdonó sus pecados y alabó su fe (Lucas 7: 36-50)
-Defendió a la mujer adúltera que iba a ser apedreada según la Ley de Moisés (Levítico 20: 10; Juan 8: 1-11)
-Dialoga amenamente con la samaritana, cuando en aquel tiempo, samaritanos y judíos, no se trataban; y como resultado de aquella charla, ella se convierte en misionera de Jesús (Juan 4: 1-42)
-Convierte a María Magdalena y demás mujeres piadosas en apóstoles de su resurrección.
(Mateo 28: 10; Marcos 16: 9-11; Lucas 24: 1-12; Juan 20: 16-18).
-Y, por último, el grupo de mujeres que acompañaban a Jesús y sus discípulos (Lucas 8: 1-3), en aquellos tiempos los rabinos judíos no aceptaban mujeres entre sus alumnos, decían: “Mucho mejor sería que la Ley desapareciera entre las llamas, antes que ser entregada a las mujeres”. ¿Compartía Jesús este pensamiento? Hemos visto que NO.
Algunas Iglesias o Provincias de la Comunión Anglicana ordenan mujeres como diaconisas, presbiteras u obispas; con esta práctica han perdido su identidad católica apostólica y sus obispos toda Jurisdicción pues no han sido fieles a sus votos de ordenación, no han guardado la fe, unidad y disciplina de la Iglesia (L. O. C. 1979). No ha guardado la fe dada una vez a los santos (Judas 3-4), no han guardado la unidad de la Iglesia, pues con sus actos han provocado división y confusión entre los fieles (Judas 17-19), no han guardado el mandato (1 Timoteo 6: 14), la disciplina de la Iglesia Universal. No han desterrado y rechazado de la Iglesia, toda doctrina errónea y extraña contraria a la Palabra de Dios (L. O. C. 1662 y 1928)
Otras Iglesias Anglicanas que se denominan así mismas como Tradicionalistas o Continuantes, ordenan mujeres como diaconisas y presbíteras, pero no como obispas. Esta situación es peor, porque con que argumento, niegas el episcopado a una persona que juzgas idónea para el presbiterado. Si bien es cierto que no todos los presbíteros en la Iglesia llegan a ser Obispos, si tienen todos la misma oportunidad, todo depende de Dios y de su elección; en el caso mencionado, a las presbíteras se les niega esta oportunidad, es decir, sus derechos como clérigo no son respetados.
Esas Iglesias Anglicanas que se hacen llamar tradicionalistas pero no lo son, no tienen una razón o motivo para estar fuera de la Comunión Anglicana o de la Iglesia Episcopal porque no buscan preservar la sana doctrina (2 Timoteo 1: 13-14, 4: 3-4), sino que poco a poco se van igualando con ellas y al final no habrá como distinguir una de otra.
Para finalizar, san Pablo nos dice en su Carta a los Gálatas: “Estoy asombrado de que tan pronto están desertando del que los llamó por la gracia de Cristo para seguir un evangelio diferente. No es que haya otro, sino que hay algunos que los perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Más si aún nosotros, o un ángel del cielo, les anuncia otro evangelio diferente del que les hemos anunciado, sea maldito” (Gálatas 1: 6-8).
Y a san Timoteo de dice: “…Pues llegará un tiempo en que los hombres ya no soportarán la sana doctrina, sino que se buscarán maestros a su gusto, hábiles en captar su atención; cerrarán los oídos a la verdad y se volverán hacia puros cuentos”. (2 Timoteo 4: 3-4)
Como Iglesia Anglicana Independiente en México, en la que, con la ayuda de Dios y de su Santo Espíritu (2 Timoteo 1: 13-14), preservamos la Fe, Tradición y Orden Apostólicos, todo lo anterior es nuestra posición acerca del llamado sacerdocio femenino.
Ilmo. y Revdmo. +Sergio Martínez; Obispo.
“Manteniendo la Fe y Orden de la Iglesia Indivisa”
Carta de San Atanasio el Grande a su grey
con motivo de la Herejía Arriana:
¡Que Dios os consuele! ...lo que os entristece... es el hecho de que otros han ocupado las iglesias mediante la violencia, mientras que vosotros permanecéis fuera de ellas. Es un hecho que ellos tienen los edificios, mas vosotros tenéis la fe apostólica. Ellos podrán ocupar nuestros templos, pero están fuera de la verdadera fe. Vosotros permanecéis fuera de los lugares de culto, mas la fe mora en vosotros.
Consideremos pues: ¿qué es más importante, el lugar o la fe? La verdadera fe, obviamente. ¿Quién ha perdido y quién ha ganado en esta batalla: el que ocupa los edificios o el que guarda la fe?
Es cierto, los templos son buenos cuando la fe apostólica allí es predicada; son sagrados si todo lo que allí se obra se hace de manera sagrada...
Vosotros sois los felices; vosotros los que permanecéis dentro de la Iglesia por vuestra fe, que se mantienen firmes a los fundamentos de la fe que os ha llegado por la tradición apostólica. Y si una envidia execrable ha tratado de agitarla en varias ocasiones, no lo ha logrado. Ellos son los que se han separado de ella en la crisis actual.
Nadie, nunca, prevalecerá contra vuestra fe, queridos hermanos, y creemos que Dios nos regresará nuestras iglesias algún día.
Así pues, cuanto más violentamente traten ellos de ocupar los lugares de culto, tanto más se separan de la Iglesia. Ellos afirman que representan a la Iglesia; pero en realidad, son ellos mismos los que se expulsan y desvían de ella.
Aun cuando los cristianos, fieles a la Tradición Apostólica se reduzcan a un puñado, ellos serán la verdadera Iglesia de Cristo. -Coll. selecta SS. Eccl. Patrum, Caillae y Guillou, vol. 32, pp. 411-412.
Aunque esta carta fue escrita hace más de 1700 años, debido a la crisis que afecta a la Iglesia, pareciera como si hubiera sido escrita apenas ayer. La gran apostasía ha comenzado, la Palabra de Dios ha sido marginada para dar paso a ideologías humanas que NADA TIENEN QUE VER CON LA FE DADA UNA VEZ A LOS SANTOS. Judas 3. Sin embargo, el Fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: El Señor conoce a aquellos que le son suyos. 2 Timoteo 2:19.
(Una, Santa, Católica y Apostólica)
+Fe, Tradición y Orden Apostólicos+
+Fe, Tradición y Orden Apostólicos+